El
yo despierto observa al yo dormido. Le mira creyendo adivinar lo que
sueña, profundamente perdido en su irrelevante soplo de vida. Se
pregunta si habrá regresado a aquel lugar secreto donde ni tú ni yo
estuvimos; aquel que tan marcada secuela plasmó en su retina; aquel
donde las calles no eran tales y donde los colores de la noche no
pertenecían a ningún tono existente en la gama cromática.
Todo lo que no es existe allí.
martes, 20 de agosto de 2019
El yo despierto y el yo dormido
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Carlos Santos
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sábado, 27 de julio de 2019
La niebla en el espejo
Miraba al espejo y no era yo, eras tú, que ya te ibas. Me lo decía tu mirada ausente. Cuánto me dolía verte sabiendo que no estabas. En el tránsito de la mañana a la última tarde de mi vida te borraste de mis ojos para alistarte en la lista perpetua de mi memoria, y aquí te quedarás mientras este árbol de recuerdos reciba las lluvias de un invierno que jamás se marchará.
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Carlos Santos
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martes, 28 de mayo de 2019
El ataúd
Tiro fuertemente de una larga cadena que se adentra en lo profundo del nicho y de ahí, un ataúd comienza a asomar. El ataúd cae al suelo, cerrado. Es de color negro, lacado, como un piano; elegante y fino; alargado y de formas suaves. Tiene una comedida cruz de plata en la parte superior de la tapa. Quiero compartir mi visión con el mundo exterior y asomo la cabeza fuera de aquella catacumba, y veo luces de linternas. Sé que hay humanos pero no veo a ninguno. Salgo completamente, abandonando esta joya en cuyo interior, lo desconozco, puede haber un cuerpo. En este punto tomo conciencia de que el mundo de los humanos es un gran ataúd dentro de un nicho que se hunde bajo las lluvias del monzón y se pierde tras su falsa hojarasca.
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Carlos Santos
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