Vi cómo hacías cuanto querías con tu cuerpo,
estaba mojado, caliente y suculento;
sus pliegues se abrían como una rebosante primavera
tan atractiva para insectos como yo...
y quería probar las sales de tu mar
y revivir algún verano perdido en mi juventud.
Yo estaba henchido y manifestando hacia afuera lo que llevaba por dentro,
como si un demonio pugnara por abrirse paso;
como si el recipiente que es mi cuerpo rebosara líquido hirviendo
y gozábamos más el deseo que el acto
porque cada acto apagaba el anterior
y así, en una sucesión infinita de placer
nos tocábamos hasta derramarnos las entrañas.
Así rezamos sobre la alfombra mientras
el fuego crepita,
y tú serpenteas como las llamas en un
sofocante delirio de sombras invocadas por
el tránsito de la noche.
sábado, 24 de diciembre de 2016
Cero absoluto
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