viernes, 15 de enero de 2016

El mecanismo de las lágrimas

Resbalas entre mis dedos y te deslizas irremediablemente hacia un abismo. Tu aliento se difumina entre el oxígeno del aire que respiro y siento cómo te marchas. Entre lágrimas en una mirada ajena te marchas y no puedo remediarlo. Nadie sabe cuánto sufrimiento guardas y nadie sabrá cuánto me guardo yo, cuánto me guardé. Dicen que mire adelante, pero hace tiempo eché mis ojos a la espalda. ¿Y qué podría hacer si no es llevarte en mi piel para no olvidar jamás la esencia de lo que fuiste? A veces casi logro comprender por qué creer en el alma: sería el mayor antídoto para un dolor tan intenso. Y me arrancaría la piel si con ella pudiera moldearte otra vez, porque te difuminas... te difuminas y amenazo con extirparme los ojos que te lloran. Todo símbolo es un alarido que rompe el silencio del estruendo que hay en cada silencio. Araño los muros de mi pecho y no encuentro el corazón que te recuerda. Te quiero y me quiero con la destrucción. ¿Y si ahora son mis sueños lo único que poseo? Hay un rugido perpetuo en mis sienes, eco de tu último aliento, que reverberará por siempre en los recodos de mi mente. Ahora, déjame llorarte.


A Martina, mi madre.

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